El cazador.
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El cazador.
Nombre: Vulzart Klent
Raza: Humano
Sexo: Varón
Edad: ronda la veintena
Clase: Paladín/Clérigo. Es un Discípulo de un Guía Fúnebre de Kélemvor, pero su adiestramiento quedó interrumpido por la muerte de su tutor, Greol.
Alineamiento: Legal Bueno.
Altura y peso: 1,80, 76 kg.
Deidad: Devoto de Kélemvor. Por su amistad en tiempos pasados con druidas y exploradores, siente afinidad por las deidades defensoras del equilibrio y el orden natural de las cosas.
Descripción: Si te lo topas de frente, Vulzart puede llamar la atención con facilidad. De pelo negro y largo bastante cuidado, así como la barba. En en su cara, una cicatriz vieja, aunque claramente visible, destaca. Un triple corte -probablemente un zarpazo- oblicuo que va desde la parte derecha de la frente, hasta su pómulo izquierdo. La cicatriz pasa sobre su ojo izquierdo y solo está interrumpida por un parche que lo cubre.
El ojo que le queda sano, también sería algo destacable. Casi siempre camina cabizbajo y pensativo. Cuando te mira, aunque sea de pasada, tan solo se limita a alzar la mirada, dejando la cabeza gacha. Posee una mirada intensa y profunda, como el azul de un océano al anochecer, y aunque sólo cruces la mirada con él, puedes notar que, por así decirlo, no “mira” a las personas; se “fija” en ellas. A algunos les incomoda, pero Vulzart piensa que si ocurre esto es porque esa persona tiene algo que ocultar. Así que nunca pide disculpas, se limita a desviar la mirada a otro lado con una leve sonrisa.
Sus ropas son siempre oscuras, cuando no va ataviado con la armadura, suele portar consigo una gran bolsa de viaje, sobre la cual lleva atado un escudo de pavés con un extraño símbolo de Kélemvor estampado en el centro. Este símbolo en lugar de ser una mano esquelética aferrando la balanza dorada de la justicia, es un árbol frondoso cuyas ramas inferiores, que podrían asemejarse a una huesuda mano, sostienen la balanza.
Suele mantener una actitud cordial y educada, a veces parece algo distante, pero le gusta escuchar a las personas, su expresión lo refleja con transparencia cuando alguien decide compartir con él una parte de la historia de su propio camino.
Última edición por khlid el Miér Mar 25, 2009 4:32 pm, editado 1 vez
khlid- Verdugo de...ratas?
- Cantidad de envíos : 20
Localización : En le boulevard de los sueños rotos
Fecha de inscripción : 20/03/2009
Re: El cazador.
Bueno pues como nuevo Dm, y después de haber leído tu comienzo con este Pj. Te felicito, está muy bien, espero verlo dentro roleando
Rhapsode- Verdugo de...ratas?
- Cantidad de envíos : 61
Edad : 32
Localización : València. O en la ciudad de Aguas Profundas
Fecha de inscripción : 15/03/2009
Preludio
- ¿Qué haces? -preguntó a su compañero al ver que dejaba la pala en el suelo y se levantaba apresurado-.
…
- Te he hecho una pregunta –el tono se endureció un poco al no obtener respuesta con palabras, mas sí con actos- Sabes que no podemos enterrarlos a todos.
Su callado compañero negó con un gesto. No era habitual ese comportamiento en él. En todo el tiempo en el que habían viajado juntos, nunca antes había desobedecido una sola orden. Claro que tampoco podían considerarse órdenes a estas alturas, su vínculo iba más allá del típico “maestro y discípulo”.
- Sabes que no puedes hacerlo. No sé qué esperas conseguir. –algo irritado, siguió cavando la fosa común en la que iba a enterrar la familia-.
El enterrador alzó la vista y vio como su antiguo alumno, ahora un compañero con casi su mismo rango pese a su juventud, se alejaba en dirección a la zona de granjas donde habían encontrado a la familia esa misma tarde. Negó, resopló y siguió cavando enérgico mientras pedía a Kélemvor que le hiciese entrar en razón.
El joven llegó a la granja, ahora era un paisaje desolador. Todo lo que ahí había quedado no hacía más que despertar macabras imágenes sobre lo que ahí podría haber pasado la noche anterior. Puertas y ventanas rotas, horrendos rastros en suelo y paredes, arañazos en una mesa tumbada, una cuna destrozada, un caballito de madera manchado de sangre, sangre… muchísima sangre por todas partes… la vista no era peor que el olor a muerte que inundaba aquel lugar. Había visto cosas así otras veces, no solía afectarle demasiado, claro que, normalmente, lo que veía no le traía tantos malos recuerdos, tantas pesadillas, tantas imágenes de su propio pasado ahora fiel y sádicamente representado.
Fue a la parte de atrás.
En el patio trasero de la granja, los Kelemvoritas habían clasificado los cadáveres:
Lo que quedaba de la familia que allí vivía sería enterrada y se les realizaría un ritual de tránsito, el Lamento de los caidos, para asegurarse de que sus almas encontrarían la paz, como era habitual. Los alzados identificables, habían sido devueltos al cementerio y vueltos a enterrar en sus respectivas tumbas. Por otro lado, los cadáveres más viejos, habían sido quemados y sus cenizas bendecidas, esparcidas.
Quedaba un último cadáver al que no habían dado sepultura aún. Un miembro de esa familia que no iba a ser enterrado con el resto, iba a ser incinerado también. Pero a éste, lo habían dejado para después.
En el cementerio, una vez acabado el pesado trabajo, el enterrador volvió apresurado a la granja, había pasado mucho tiempo, demasiado. Su compañero debería de haber vuelto ya con el último miembro de la familia. Le inquietaba mucho más la ausencia de su compañero que la posibilidad de no seguir el protocolo por una vez "¿y si aquel Cyrita había vuelto?", "¿y si le había cogido desprevenido?" Estas preguntas y otras muchas le venían a la mente mientras aceleraba el paso y maldecía esa manía de hacerlo todo a su modo que podía haberle costado la vida a su amigo.
No estaba preparado para lo que se iba a encontrar en esa granja, para esa imagen que casi hizo que se le saliese el corazón por la boca. Su joven compañero estaba en el suelo, sentado, en posición fetal casi, y no estaba solo.
- ¡Por todos los infiernos! ¿qué le has hecho?- preguntó muy alarmado mientras se acercaba corriendo a su compañero-
No obtuvo respuesta, lo único que se escuchaba era el llanto desgarrado del niño que abrazaba al joven Kelemvorita buscando protección y desahogo.
- Pensaba que querías enterrarle con el resto y hasta estaba dispuesto a permitirlo ¿pero esto? ¡Esto! ¡Esto es un sacrilegio! ¿Cómo has podido? ¡¿Cómo te has atrevido?!
- Cállate -El joven alzó la cabeza y miró a su desquiciado amigo con la cara empapada e iluminada por el fuego-.
- ¿Que me calle? ¿Que me calle?- el Kelemvorita andaba de un lado a otro farfullando, maldiciendo y culpándose a si mismo por haber enseñado tan mal al joven-.
- No he hecho nada que Kélemvor no quisiera que hiciese ¿cómo crees que he podido sino hacer esto?
- ¿Me tomas por idiota? Sé lo mucho que se parece esto a lo que a ti te pasó, yo también estuve ahí ¿recuerdas? Fui yo quien te encontró y fui yo quien te ayudó, pero tú… ¡tú estabas vivo maldita sea! Enterramos juntos a…
- ¡No es necesario que me lo recuerdes! –interrumpió el joven alzando la voz-
- Claro que no, lo que necesitas que te recuerden son las normas ¿verdad? –añadió en tono cínico-.
- Demasiadas coincidencias, hasta tú te has dado cuenta, esto debía ser por algo, nos ha pasado a nosotros y precisamente esta noche… -besó y envolvió al niño entre sus brazos mientras éste seguía llorando-.
- En el Festejo de la Luna, si se llega a hacer “eso” ¡lo hace un clérigo mayor! ¡ y con algún guerrero del distante! ¡y solo si es necesario! ¿Quién te ha dado a ti esa autoridad? ¿y desde cuándo eres capaz de hacerlo? ¿y cuántas veces lo has..? – no acabó la frase, la mirada que el joven le dirigió fue más que suficiente para hacerle callar-.
- Es la primera vez que lo hago, no sabía tan siquiera que podía hacerlo… y si lo he hecho es porque Él así lo ha querido; estamos hablando de intervención divina, no de un asqueroso conjuro de nigromancia. Utiliza la cabeza antes que la lengua, hazme ese favor.
- Lo que voy a hacer... ¡lo que voy a hacer es irme!, irme y seguir con la misión. No quiero formar parte de... -les señaló con desprecio diciéndolo-... ¡de esto!
El Kelemvorita se acercó al granero donde habían dejado sus cosas esa tarde.Una vez recogidos los pertrechos apresuradamente salió del granero y se puso en camino, venían del norte y habían más granjas al sur, seguiría con el plan, revisar las demás granjas, advertir a los campesinos y seguir buscando a ese escurridizo Cyrita, ya habían perdido demasiado tiempo.
- Espero que no te equivoques, amigo mío -dijo severo y con reproche-.
- Tanta fe en tu señor y tan poca en tu discípulo… ¿así piensas acabar esto... “amigo”?
Hubo un breve silencio, el Kelemvorita mayor miró al cielo, tomó aire y volvió la mirada a su joven discípulo y amigo con cariño esta vez.
- Ahora hay alguien que te necesita y no podemos perder más tiempo. Te deseo lo mejor, cuídale. Hasta que volvamos a vernos. – unas palabras sinceras y emotivas que fueron más que suficiente para que todo volviese a la normalidad entre ellos-.
- Hasta pronto mi querido amigo.
- Suerte… Greol..
A pesar de la fuerza del conjuro que Greol canalizó, ese niño no se recompuso del todo. Le quedó una cicatriz de la herida que, seguramente, acabó con su vida lentamente. Una cicatriz que cruza frente, ojo izquierdo y pómulo. “La cicatriz de la muerte en vida”, así llaman algunos a estas heridas que muchos cazadores de no-muertos tienen como estigma de su destino.
Aún ahora, convertido ese niño en hombre, se despierta con pesadillas y un punzante dolor en ese ojo que no le dejarán nunca olvidar lo que allí pasó, aunque tampoco lo recuerde.
…
- Te he hecho una pregunta –el tono se endureció un poco al no obtener respuesta con palabras, mas sí con actos- Sabes que no podemos enterrarlos a todos.
Su callado compañero negó con un gesto. No era habitual ese comportamiento en él. En todo el tiempo en el que habían viajado juntos, nunca antes había desobedecido una sola orden. Claro que tampoco podían considerarse órdenes a estas alturas, su vínculo iba más allá del típico “maestro y discípulo”.
- Sabes que no puedes hacerlo. No sé qué esperas conseguir. –algo irritado, siguió cavando la fosa común en la que iba a enterrar la familia-.
El enterrador alzó la vista y vio como su antiguo alumno, ahora un compañero con casi su mismo rango pese a su juventud, se alejaba en dirección a la zona de granjas donde habían encontrado a la familia esa misma tarde. Negó, resopló y siguió cavando enérgico mientras pedía a Kélemvor que le hiciese entrar en razón.
El joven llegó a la granja, ahora era un paisaje desolador. Todo lo que ahí había quedado no hacía más que despertar macabras imágenes sobre lo que ahí podría haber pasado la noche anterior. Puertas y ventanas rotas, horrendos rastros en suelo y paredes, arañazos en una mesa tumbada, una cuna destrozada, un caballito de madera manchado de sangre, sangre… muchísima sangre por todas partes… la vista no era peor que el olor a muerte que inundaba aquel lugar. Había visto cosas así otras veces, no solía afectarle demasiado, claro que, normalmente, lo que veía no le traía tantos malos recuerdos, tantas pesadillas, tantas imágenes de su propio pasado ahora fiel y sádicamente representado.
Fue a la parte de atrás.
En el patio trasero de la granja, los Kelemvoritas habían clasificado los cadáveres:
Lo que quedaba de la familia que allí vivía sería enterrada y se les realizaría un ritual de tránsito, el Lamento de los caidos, para asegurarse de que sus almas encontrarían la paz, como era habitual. Los alzados identificables, habían sido devueltos al cementerio y vueltos a enterrar en sus respectivas tumbas. Por otro lado, los cadáveres más viejos, habían sido quemados y sus cenizas bendecidas, esparcidas.
Quedaba un último cadáver al que no habían dado sepultura aún. Un miembro de esa familia que no iba a ser enterrado con el resto, iba a ser incinerado también. Pero a éste, lo habían dejado para después.
En el cementerio, una vez acabado el pesado trabajo, el enterrador volvió apresurado a la granja, había pasado mucho tiempo, demasiado. Su compañero debería de haber vuelto ya con el último miembro de la familia. Le inquietaba mucho más la ausencia de su compañero que la posibilidad de no seguir el protocolo por una vez "¿y si aquel Cyrita había vuelto?", "¿y si le había cogido desprevenido?" Estas preguntas y otras muchas le venían a la mente mientras aceleraba el paso y maldecía esa manía de hacerlo todo a su modo que podía haberle costado la vida a su amigo.
No estaba preparado para lo que se iba a encontrar en esa granja, para esa imagen que casi hizo que se le saliese el corazón por la boca. Su joven compañero estaba en el suelo, sentado, en posición fetal casi, y no estaba solo.
- ¡Por todos los infiernos! ¿qué le has hecho?- preguntó muy alarmado mientras se acercaba corriendo a su compañero-
No obtuvo respuesta, lo único que se escuchaba era el llanto desgarrado del niño que abrazaba al joven Kelemvorita buscando protección y desahogo.
- Pensaba que querías enterrarle con el resto y hasta estaba dispuesto a permitirlo ¿pero esto? ¡Esto! ¡Esto es un sacrilegio! ¿Cómo has podido? ¡¿Cómo te has atrevido?!
- Cállate -El joven alzó la cabeza y miró a su desquiciado amigo con la cara empapada e iluminada por el fuego-.
- ¿Que me calle? ¿Que me calle?- el Kelemvorita andaba de un lado a otro farfullando, maldiciendo y culpándose a si mismo por haber enseñado tan mal al joven-.
- No he hecho nada que Kélemvor no quisiera que hiciese ¿cómo crees que he podido sino hacer esto?
- ¿Me tomas por idiota? Sé lo mucho que se parece esto a lo que a ti te pasó, yo también estuve ahí ¿recuerdas? Fui yo quien te encontró y fui yo quien te ayudó, pero tú… ¡tú estabas vivo maldita sea! Enterramos juntos a…
- ¡No es necesario que me lo recuerdes! –interrumpió el joven alzando la voz-
- Claro que no, lo que necesitas que te recuerden son las normas ¿verdad? –añadió en tono cínico-.
- Demasiadas coincidencias, hasta tú te has dado cuenta, esto debía ser por algo, nos ha pasado a nosotros y precisamente esta noche… -besó y envolvió al niño entre sus brazos mientras éste seguía llorando-.
- En el Festejo de la Luna, si se llega a hacer “eso” ¡lo hace un clérigo mayor! ¡ y con algún guerrero del distante! ¡y solo si es necesario! ¿Quién te ha dado a ti esa autoridad? ¿y desde cuándo eres capaz de hacerlo? ¿y cuántas veces lo has..? – no acabó la frase, la mirada que el joven le dirigió fue más que suficiente para hacerle callar-.
- Es la primera vez que lo hago, no sabía tan siquiera que podía hacerlo… y si lo he hecho es porque Él así lo ha querido; estamos hablando de intervención divina, no de un asqueroso conjuro de nigromancia. Utiliza la cabeza antes que la lengua, hazme ese favor.
- Lo que voy a hacer... ¡lo que voy a hacer es irme!, irme y seguir con la misión. No quiero formar parte de... -les señaló con desprecio diciéndolo-... ¡de esto!
El Kelemvorita se acercó al granero donde habían dejado sus cosas esa tarde.Una vez recogidos los pertrechos apresuradamente salió del granero y se puso en camino, venían del norte y habían más granjas al sur, seguiría con el plan, revisar las demás granjas, advertir a los campesinos y seguir buscando a ese escurridizo Cyrita, ya habían perdido demasiado tiempo.
- Espero que no te equivoques, amigo mío -dijo severo y con reproche-.
- Tanta fe en tu señor y tan poca en tu discípulo… ¿así piensas acabar esto... “amigo”?
Hubo un breve silencio, el Kelemvorita mayor miró al cielo, tomó aire y volvió la mirada a su joven discípulo y amigo con cariño esta vez.
- Ahora hay alguien que te necesita y no podemos perder más tiempo. Te deseo lo mejor, cuídale. Hasta que volvamos a vernos. – unas palabras sinceras y emotivas que fueron más que suficiente para que todo volviese a la normalidad entre ellos-.
- Hasta pronto mi querido amigo.
- Suerte… Greol..
A pesar de la fuerza del conjuro que Greol canalizó, ese niño no se recompuso del todo. Le quedó una cicatriz de la herida que, seguramente, acabó con su vida lentamente. Una cicatriz que cruza frente, ojo izquierdo y pómulo. “La cicatriz de la muerte en vida”, así llaman algunos a estas heridas que muchos cazadores de no-muertos tienen como estigma de su destino.
Aún ahora, convertido ese niño en hombre, se despierta con pesadillas y un punzante dolor en ese ojo que no le dejarán nunca olvidar lo que allí pasó, aunque tampoco lo recuerde.
Última edición por khlid el Vie Abr 24, 2009 8:25 pm, editado 2 veces
khlid- Verdugo de...ratas?
- Cantidad de envíos : 20
Localización : En le boulevard de los sueños rotos
Fecha de inscripción : 20/03/2009
Llegada a Aguasprofundas.
“Este no es tu sitio, Klent”… Cuando creía haberlo encontrado, oigo eso.
Había un trabajo que hacer, un sitio que necesitaba que alguien se preocupase por él. Hasta llegué a sentirme bienvenido en aquel lugar. Pero resultó ser un error. Quizá no estaba preparado para eso, quizá no era un digno guardián de semejante lugar. Rayos Greol, me dejaste muy pronto. Si hubieses estado ahí seguro que podríamos haber hecho mucho en aquel lugar.
“Aquí no encontrarás lo que buscas”… Cuando creía haber acertado en la búsqueda de respuestas, oigo eso.
Dejé Cormyr y seguí al este por Las tierras de los Valles, crucé el estrecho del dragón y llegué a Lyrabar. Allí había un importante templo de Kélemvor, estaba perdido, pensaba que ahí podría encontrar respuestas, a alguien que me guiase, pero no fue así. Solo me dieron consejos aparentemente sabios pero sin significado para alguien que quiere orientación, como suele pasar. Me encomendaron una tarea con la improbable posibilidad de obtener mis respuestas si la llevaba a cabo. Pero más bien me pareció un precio por esas respuestas, al menos tú eras directo y sincero, ahora sin ti estoy perdido Greol.
“Tus actos tienen consecuencias, no sólo en este plano, estúpido”… Creí haber acertado, pero vi mi error al oir eso.
Aun así, en este viaje encontré algo por lo que seguir, algo para lo que no me había preparado. Mis prioridades habían cambiado sin apenas darme cuenta. Dejé a un lado mi búsqueda y mi causa, decidí acompañar a alguien. Admito que no fue por altruismo, hice lo que quería hacer, estar junto a Ella. El viaje fue largo, de vuelta al oeste, Los Valles, Cormyr y más al oeste hasta el camino del comercio, y seguir éste hasta Aguasprofundas. Ese viaje tuvo serias consecuencias.
Me deshice de mi secreto, del viajero, del ladrón que me acompañaba. Desde la desaparición de Greol, mi fe y mi vinculo con El Señor de los Muertos, se fortaleció y éste ser irrumpió en mi conciencia. La sombra de un Baatezu que negociaba un pacto con las almas condenadas que mi espada enviaba al plano de fuga. Sabía que Kélemvor tenía un pacto con algunos diablos, aunque también sabía que no son de fiar. Ese ladrón insinuó algo, me increpó como tantas veces, pero esta vez no pude contenerme, no quise.
Osó insinuar lo que podría pasarle a Ella si caía y él andaba cerca, la sola idea de que su alma pudiese acabar en los Nueve Infiernos por su culpa, por sus engaños, me volvió loco. Con mis propias manos rompí nuestro vínculo y la responsabilidad que había recaído en mi, le estrangulé. Sé que no acabé con él en realidad, pues solo era una proyección del verdadero diablo, pero el deseo de acabar con su vida fue lo que hizo que desapareciese.
Ella nunca supo nada de esto, dormía plácidamente mientras esto pasaba. Si ese Baatezu me fue enviado como prueba, fallé. Mi vínculo con Kélemvor se debilitó por anteponer mis deseos a mi deber, o fue ese diablo que se llevó consigo lo que su presencia me otorgaba, no lo sé. Pero claro, ahora no oigo tus palabras Greol…
“No para ti” … Cuando creía que mi momento había llegado, oigo eso.
Casi habíamos llegado a nuestro destino. Aguasprofundas estaba a un día de camino, pero necesitábamos descansar. A medida que nos acercábamos Ella se encontraba más nerviosa, más extraña y enigmática de lo que ya acostumbraba ser. Esa noche tuvimos una larga conversación, una conversación que no olvidaré en mi vida. Tuve la oportunidad de hacer mío lo que había querido desde que lo había visto. Pude haberlo tenido, solo tenía que estirar el brazo y agarrarlo.
Tenía que ser en ese momento, en ese crucial momento cuando tú, maldito viejo, tenias que aparecer ente las sombras de mi mente y recordarme lo que siempre me habías enseñado:
“Volviste a la vida por una razón, no dejes que nunca, nada ni nadie te aparte de ello”…
“las relaciones personales te lastrarán, nublarán tu juicio”…
“tú no deberías de estar aquí y aun así estás. No olvides cual es el motivo”…
“hay cosas que cualquiera podría considerar necesarias para una persona, tú mismo dudarás de mis palabras, pero has de confiar en mí, amistad o amor, eso no es para ti”…
¿fueron tus palabras o fue el miedo? ¿al no hacer lo que deseaba, pase la prueba? ¿me redimí? ¿o sólo busco excusar mi covardia con estas teorías?... ahora no resuenan tus palabras en mi cabeza, claro que no, sería demasiado fácil ¿verdad, Greol?
Me pregunto si habrá algo que un guardián indigno, perdido y cobarde pueda hacer en la Ciudad del Esplendor, nunca había estado aquí antes.
Había un trabajo que hacer, un sitio que necesitaba que alguien se preocupase por él. Hasta llegué a sentirme bienvenido en aquel lugar. Pero resultó ser un error. Quizá no estaba preparado para eso, quizá no era un digno guardián de semejante lugar. Rayos Greol, me dejaste muy pronto. Si hubieses estado ahí seguro que podríamos haber hecho mucho en aquel lugar.
“Aquí no encontrarás lo que buscas”… Cuando creía haber acertado en la búsqueda de respuestas, oigo eso.
Dejé Cormyr y seguí al este por Las tierras de los Valles, crucé el estrecho del dragón y llegué a Lyrabar. Allí había un importante templo de Kélemvor, estaba perdido, pensaba que ahí podría encontrar respuestas, a alguien que me guiase, pero no fue así. Solo me dieron consejos aparentemente sabios pero sin significado para alguien que quiere orientación, como suele pasar. Me encomendaron una tarea con la improbable posibilidad de obtener mis respuestas si la llevaba a cabo. Pero más bien me pareció un precio por esas respuestas, al menos tú eras directo y sincero, ahora sin ti estoy perdido Greol.
“Tus actos tienen consecuencias, no sólo en este plano, estúpido”… Creí haber acertado, pero vi mi error al oir eso.
Aun así, en este viaje encontré algo por lo que seguir, algo para lo que no me había preparado. Mis prioridades habían cambiado sin apenas darme cuenta. Dejé a un lado mi búsqueda y mi causa, decidí acompañar a alguien. Admito que no fue por altruismo, hice lo que quería hacer, estar junto a Ella. El viaje fue largo, de vuelta al oeste, Los Valles, Cormyr y más al oeste hasta el camino del comercio, y seguir éste hasta Aguasprofundas. Ese viaje tuvo serias consecuencias.
Me deshice de mi secreto, del viajero, del ladrón que me acompañaba. Desde la desaparición de Greol, mi fe y mi vinculo con El Señor de los Muertos, se fortaleció y éste ser irrumpió en mi conciencia. La sombra de un Baatezu que negociaba un pacto con las almas condenadas que mi espada enviaba al plano de fuga. Sabía que Kélemvor tenía un pacto con algunos diablos, aunque también sabía que no son de fiar. Ese ladrón insinuó algo, me increpó como tantas veces, pero esta vez no pude contenerme, no quise.
Osó insinuar lo que podría pasarle a Ella si caía y él andaba cerca, la sola idea de que su alma pudiese acabar en los Nueve Infiernos por su culpa, por sus engaños, me volvió loco. Con mis propias manos rompí nuestro vínculo y la responsabilidad que había recaído en mi, le estrangulé. Sé que no acabé con él en realidad, pues solo era una proyección del verdadero diablo, pero el deseo de acabar con su vida fue lo que hizo que desapareciese.
Ella nunca supo nada de esto, dormía plácidamente mientras esto pasaba. Si ese Baatezu me fue enviado como prueba, fallé. Mi vínculo con Kélemvor se debilitó por anteponer mis deseos a mi deber, o fue ese diablo que se llevó consigo lo que su presencia me otorgaba, no lo sé. Pero claro, ahora no oigo tus palabras Greol…
“No para ti” … Cuando creía que mi momento había llegado, oigo eso.
Casi habíamos llegado a nuestro destino. Aguasprofundas estaba a un día de camino, pero necesitábamos descansar. A medida que nos acercábamos Ella se encontraba más nerviosa, más extraña y enigmática de lo que ya acostumbraba ser. Esa noche tuvimos una larga conversación, una conversación que no olvidaré en mi vida. Tuve la oportunidad de hacer mío lo que había querido desde que lo había visto. Pude haberlo tenido, solo tenía que estirar el brazo y agarrarlo.
Tenía que ser en ese momento, en ese crucial momento cuando tú, maldito viejo, tenias que aparecer ente las sombras de mi mente y recordarme lo que siempre me habías enseñado:
“Volviste a la vida por una razón, no dejes que nunca, nada ni nadie te aparte de ello”…
“las relaciones personales te lastrarán, nublarán tu juicio”…
“tú no deberías de estar aquí y aun así estás. No olvides cual es el motivo”…
“hay cosas que cualquiera podría considerar necesarias para una persona, tú mismo dudarás de mis palabras, pero has de confiar en mí, amistad o amor, eso no es para ti”…
¿fueron tus palabras o fue el miedo? ¿al no hacer lo que deseaba, pase la prueba? ¿me redimí? ¿o sólo busco excusar mi covardia con estas teorías?... ahora no resuenan tus palabras en mi cabeza, claro que no, sería demasiado fácil ¿verdad, Greol?
Me pregunto si habrá algo que un guardián indigno, perdido y cobarde pueda hacer en la Ciudad del Esplendor, nunca había estado aquí antes.
khlid- Verdugo de...ratas?
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